Ser especialista es ser reemplazable.

Ser especialista es ser reemplazable.

El sistema nunca estuvo diseñado para que fueras único. Estuvo diseñado para que fueras eficiente. La especialización convirtió a las empresas en fábricas de resultados: producir más, en menos tiempo, con menos margen de error. La consecuencia es obvia: cada persona se convierte en un engranaje fácilmente sustituible.

La revolución industrial cambió la fuerza de trabajo para siempre. Las máquinas sustituyeron las manos. Los obreros sólo tenían que aprender un gesto y repetirlo hasta el infinito. Hoy, la inteligencia artificial cambia el paradigma de nuevo. No hace falta un especialista para operar: la máquina piensa. Hace el trabajo. No duerme, no se enferma, no pide un salario.

El marco de irremplazabilidad

¿En qué es mejor el humano que la máquina?

Las máquinas ya escriben, componen, generan video. Producen lo mismo que nosotros, pero más rápido, más barato y mejor. Sí, la IA puede reemplazarnos para crear cualquier producto.

“Las máquinas tienen inteligencia, pero carecen de conciencia.” - Yuval Noah Harari

Solo hay una cosa en la que el ser humano es superior a las máquinas: siendo humano.

Piensa en esa persona que quieres, también tiene fallos. Comete errores y aciertos. A veces la quieres y a veces la odias, te da rabia. Las personas se enamoran unas de otras pero no por sus productos, no por lo que son capaces de hacer. Las personas te recuerdan por lo que les haces sentir cuando están contigo.

Lo único que una máquina no puede reemplazar —ni siquiera otro humano— es la experiencia de ser tú.

Vende quien eres no lo que haces

Si nadie te conoce, nadie te puede comprar. La exposición no es opcional. Es la palanca.

Durante el Covid se produjo un boom en las redes sociales. Millones de personas atrapadas en sus casas viviendo a través de una pantalla, consumiendo contenido en streaming. Netflix lo normalizó, y de repente YouTube o Twitch eran parte del día a día.

Justo después del covid tuve que abandonar un proyecto al que había dedicado dos años de mi vida. Era un momento difícil para mí. Aún recuerdo el día que desconecte “the brain” la raspberry de mi sistema domótico. Ese día no solo apagué un ordenador, una parte de mí se apagó con él. Mantuve un tiempo las instalaciones que había hecho y finalmente el proyecto murió. Me sentía vacío, avergonzado ante los clientes. Había cometido un fallo que conocía, empezar un proyecto más grande de lo que podía abarcar.

Necesitaba tomar distancia, parar mi obsesión por desarrollar y pensar en qué había fallado y cómo podría mejorarlo. Comprendí que lo difícil para mí no era crear sino vender. Entendí que podía seguir creando toda la vida y aún así seguiría siendo invisible.

El objetivo

Los objetivos son requisito indispensable del aprendizaje, igual que los exámenes en la enseñanza.

Piensa en un barco en alta mar luchando contra el oleaje. ¿Cómo puede saber si está avanzando o retrocediendo? Necesita herramientas de medición. Métricas. Debe estudiarlas, entenderlas, diferenciar cuáles son útiles y cuáles debe ignorar.

Un solo vídeo llegó a millones de personas y me hizo ganar miles de seguidores en días. Aprendí a  comunicar, a llegar a más personas. Cuando sabes como hacerlo se convierte en una fórmula, solo tienes que aplicarla.

También entendí que una cosa es llegar y otra cosa es convencer.

En otra de mis pruebas creé un canal gracias a mi hobby de 19.000 personas donde conseguí patrocinios. No solo eran seguidores, era una comunidad donde mi opinión era relevante. Aprendí que más viral no significa más rentable.

Apunta en papel hasta donde quieres llegar. Cuando lo consigas, escribe lo que has aprendido junto con tu nuevo objetivo. Itera este proceso una y otra vez, empieza por metas pequeñas, las grandes llegarán sin darte cuenta. ¿Y qué pasa si no lo consigues? Si no lo logras, anota la lección y abre otra puerta.

El regalo oculto

Si tu objetivo es ser rico y famoso para irte a vivir a un chalet en Andorra, este post no te va a ayudar.

Muchas personas confunden la consecuencia con la causa. Las redes son una herramienta, te ayudan a exponerte al público. En el proceso aprenderás habilidades más valiosas que cualquier carrera universitaria: edición de video, mejor expresión oral en público, grabar de una toma lo que antes te llevaba horas. Pasarás de sufrir grabando una felicitación de cumpleaños para tu amigo a ser capaz de defender temas delante de un grupo de personas.

Descubrirás que la viralidad sin alineación es ego barato. La métrica más valiosa no son los likes ni los seguidores. Es darte cuenta de que ya no dependes de un producto. Tus productos ahora cuelgan de ti.

Entenderás que comprar el último gadget, mejorar la iluminación, publicar a una hora determinada no te harán ser mejor. Son como las pegatinas de un coche de carrera, lo hacen más bonito, pero si el motor no funciona, no lo harán ganar.

Valorarás tres pilares: La constancia, te enseñará que la repetición hace al maestro. La curiosidad, te llevará a probar nuevas fórmulas hasta dar con el éxito. La resiliencia, te hará invencible ante las críticas y los rechazos.

Si has llegado hasta aquí quiero regalarte una frase:

“Mucha gente es capaz de producir lo que tu produces, pero nadie es capaz de hacer sentir lo que tu consigues.”

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